viernes, 20 de noviembre de 2015

Ser y estar.

Ahora me doy cuenta que no utilizo suficientes palabras para expresarme, repito las mismas una y otra vez al día, y muchas veces las uso mal, por su significado, o porque era inútil pronunciarlas. Hablo de más cuando no es necesario y callo cuando me convenía decir algo. Hoy sentí también el limitado repertorio de posturas que sostengo diariamente y tal vez durante toda mi existencia, sentandome de tal, y parándome de cuál. Que hay cosas que siento y disfruto con toda mi atención, pero que casi siempre estoy ausente del presente, viviendo en mi imaginación, en el futuro o recordando el pasado, los deberes, etc. Voy por los mismos lugares, haciendo las mismas cosas, y aunque haga cosas diferentes, las hago con un software que ya conozco, catalogo, acomodo las cosas en cajones con etiquetas, pongo etiquetas a las personas, creo conocerlas, creo poder juzgarlas, creo saber cosas y ser inteligente.
Hoy me sentí una máquina.
Una máquina arrastrada por lo que llamamos vida, y que tal vez no es la vida. Una máquina que vive en una realidad que parecía era la única y que se resignaba a las revoluciones por Facebook: de gente sentada. Una máquina que no piensa con todo su potencial, sino que lo hace con sus sentidos, siempre buscando la comodidad y alejarse del displacer en todo momento y en cualquier decisión.
En ese momento sentí una relajación de mis hombros, salí a la calle y observe el caminar de un hombre, y no pensé en saludarlo, sólo lo vi, dejé que la imagen entrara sin interpretaciones. Luego vi el cielo de la tarde y no había nada más que el cielo, no había formas en las nubes, era solo eso, y no había necesidad de más. Calenté agua para el té y me quedé parado, observando como se movía el fuego de la estufa, y como el calor hacía que el agua brincara y corriera al llegar a su punto.. Antes claro, las pequeñitas burbujas.. Y me senté nomás, a revolver la miel en el té (era verde) ,saqué la bolsita de la taza y al sacarla tiró una pequeña gota que al caer de nuevo en la taza, causó que otra gota saliera y se estrellara directamente en mi ojo. Reí. Me pareció un buen momento. Después vi un suéter que estaba en la mesa y pensé que tres billones de cosas o galaxias se podían esconder en cada pliegue, y también en los bordados del mantel en la mesa, ¿cuánto tiempo les habrá costado hacer ese pequeño conejo?
Que será recordarse a sí mismo? 

"Acuérdese de usted, siempre y en todas partes. Nada vale más que estar en este mismo instante, porque este instante es toda la vida. Es todo lo que hay."

jueves, 27 de agosto de 2015

Grave problema argentino: Querido amigo,estimado, o el nombre a secas

Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire. Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.


Julio Cortázar 


jueves, 13 de agosto de 2015

Educación de príncipe

Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá istas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de respetuoso homenaje.

El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quién al verlo levantará las manos y dirá diversas cosas, a saber:

-Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos!

Con lo cual los famas y las esperanzas junior se retuercen de la risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio odia empecinadamente a su padre y acabará por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar. Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque tambien ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.

Julio Cortázar 

Historias de cronopios y de famas


miércoles, 12 de agosto de 2015

Ahí está el detalle!


Domingo 7:15, me levanto para ayudar a cocinar el almuerzo para mi familia en casa de mi abuelita.  Mi tía Leonor ya estaba despierta y lista, igual que mi abuela, mi papá y Dulce, mi prima. Cortamos el queso, el chile, el tomate, la cebolla, la papa. Doña Nidia hervía el agua, mi abuelita decidió que dentro del recipiente pondría ya el azúcar y el café. Mi tía Leonor volvió a calentar el agua, “si no está bien caliente no es café”. Mi tía Esther llego mientras cocinábamos diciendo “hombre no dejan dormir!” y luego levantando una sonrisa.


El almuerzo ocurrió en la cochera de mi tío Eliud. Afuera y con el aire peinándonos. Menudo, queso guisado, papita con chorizo, cebolla y chile, huevito y chilaquiles fueron el festín. Llega mi tía nena reclamando lo mismo a mi abuelita “uste que no me deja dormir mbe!, me movía la cama adrede, ahí anda buscando que sus zapatos, que prendiendo el foco, removiendo la cama” y todos carcajeando. Luego profundizó en su plática del trabajo, su jefe Coreano, Mr. Chí, (o al menos asi se oye cuando lo pronuncia) y su intento de que supiera cuando es su cumpleaños. “fiesta Mr Chí! Tráigame a su traductor, fiesta!” y el: “no entender, no entender” y huyendo.


Pasa un señor de algunos sesenta y tantos años, no le pregunté su nombre pero le ofrecí un plato de comida ya que se acerco pidiendo “un trabajito”, a todo pedía perdón, le dije “tiene hambre? Quiere un taquito?” y me contesta “la verdad si, perdón, perdón” “vengo de Durango, fui pal otro lado y me agarro la migra, perdón” “aquí están mis credenciales señores míos, ando buscando un trabajito, una chambita, perdón” y yo le decía que no había porque pedir perdón. Le servimos un buen platito, lo sentamos con nosotros y comió bien agusto, traía mucha hambre. Cuando acabó, dijo ya terminé y volvió a pedir perdón. Se despidió bendiciéndonos como diez veces y pidiendo perdón otras cinco. 


Luego pasaron el Maco y el Güerillo, el Maco era de los mas picudillos del barrio cuando mis tíos eran chicos y viene de cuando en cuando a pedirle a mi tía ora tomate, ora salsa, ora veinte pesos, vaya, lo que le falte pa la comida, y luego le trae un taquito de lo hecho. En este caso venían vendiendo mangos, en un diablito, 3 por 10 decía y mi abuelita mando traer una bolsa de Soriana para comprarle varios… Cuando ellos estaban ahí, se acerco otra persona preguntando si ahí se vendían tacos, (debió haber visto al señor de los perdones)… todos soltamos carcajada y el Maco dijo que era casa de beneficencia. Mi abuelita le indicó cuantos quería y él replicó que no le quería vender todos ya que “luego que vendo”. Y mi tía se mofaba diciendo, “no le compren porque han de estar como el dueño”… le compraron y se fue bien contento apurado por el güerillo que iba en bici.


Fuimos por el periódico mi papá y yo, caminamos hasta el metro, y de regreso nos encontramos al Blacky, alias el tunty, un perrito negro de mi abuelita que se pasea cual humano, va al mercado, a la farmacia,  hasta a julio cepeda va el ingrato y nunca nos trae nada... Siempre regresa, una vez mi primo Oliver le dio en el clavo cuando dijo “Como cree que se va a ir güelita, si aquí tiene sexo y comida gratis” (había varias perritas en ese entonces). El blacky, aparte de las mencionadas, tiene una novia, o tenia, una chihuahueña que lo buscaba siempre fiel afuera del barandal, y el  siempre haciéndose el interesante solo le hacía caso a veces. El caso es que lo vimos y le hablamos para que viniera con nosotros y nos siguió. Pasando por una iglesia Cristiana, el pastor decía sorprendido, con voz de extranjero, que el perrito siempre se andaba paseando.. “la otra vez lo vi en la farmacia” dijo asombrado. Nos regresamos riendo.. Como cambia la perspectiva de la vida cuando nos apreciamos sus detalles. La vida tiene mucho pal que sabe usarla...


Yo no buscaba a nadie

Te vi, esa tarde a lado del museo, en la banquetita del tango. No estabas juntando margaritas, no escribías poesía en papelitos, no volteabas ni cuando pasaba enfrente de ti bailando, parecía que ni siquiera estabas escuchando la música. Estabas mas bien aburrida, pegada al celular con cara de "ya me quiero ir, pero no" y yo, embobado viéndote y haciendo como que no te veía. Imaginando que tu me veías también, y que te gustaba el baile, y que desearías que también te invitara a bailar a ti. Y ahí estábamos, los dos en un mismo sitio, la guitarra llorando milongas y yo llorándome la cobardía de no acercarme. 


Me volví a meter a la tienda cuando tu entraste, solo por verte de cerquita, y tontamente volví a comprarme otra nieve, ya sin antojo ni mas ganas que aprenderme la forma de tus ojos y tu nariz. Y me viste ahora, y observaste que te observaba, fuiste consciente de mi desdicha y estoy seguro que me viste las palabras pegadas a los labios, mordiéndose de no poder salir. 


De esas veces que nos topamos con un posible destino, y se escapa con la estupidez de no poderle preguntar ni el nombre. Se nos escapa por todos los poros mientras nos decimos adiós con los ojos... y ni siquiera una sonrisa de atrevimiento se deja escapar. Te vi, te vi, te vi...Yo no buscaba a nadie y te vi.


jueves, 2 de julio de 2015

¿Estamos despiertos?

Cómo nos podríamos probar a nosotros mismos, en un momento cualquiera, que no estamos dormidos y soñando? Las circunstancias de la vida son a veces tan fantásticas como las de los sueños, y cambian con la misma rapidez. Qué pasaría si nos despertáramos y encontrásemos que nuestra vida despiertos es un sueño, y que nuestro dormir y soñar son sólo sueños dentro de ese sueño?

Hay una doctrina tradicional, generalmente asociada a la religión, pero que antes y ahora ha sido tema recurrente en la literatura, que dice que nuestro estar despierto habitual no es realmente estar despierto. No es el sueño nocturno, ciertamente, y tampoco es sonambulismo o caminar dormido, pero es, según la tradición, una manera especial de dormir comparable a un trance hipnótico en el cual, sin embargo, no hay hipnotismo sino solamente sugestión o autosugestión. Primero nos dice que, desde el momento del nacimiento y antes, estamos bajo la sugestión de que no estamos totalmente despiertos, y a nivel universal es sugerido a nuestra consciencia que debemos soñar el sueño de este mundo, tal como lo sueñan nuestros padres y amigos. Los niños pequeños, es notorio, encuentran difícil distinguir a primera vista entre esta fantasía, o sea sus sueños de día, y el sueño en el que viven sus padres y que ellos llaman realidad. Más tarde, en la niñez, cuando la sugestión original ha sido incorporada, la autosugestión nos mantiene en este estado más o menos continuamente. Nuestros amigos y vecinos, y todos los objetos que percibimos, actúan como soporíficos y sugestiones de sueño. Nunca más, como ocurrió en nuestra niñez, ponemos en duda lo que nuestros ojos nos muestran como la realidad de este mundo. Estamos totalmente convencidos de que es no sólo real, sino que no hay otra realidad. Soñamos sin poner en duda que estamos despiertos.

La religión, obviamente, presupone que la vida terrestre es un modo de dormir desde el cual es posible despertar a la vida eterna. El Nuevo Testamento, por ejemplo, constantemente usa las imágenes de dormir y despertar. De acuerdo a los Evangelios y a las Epístolas, nos dormimos con Adán y despertamos con Cristo, y la Doctrina nos dice en forma repetitiva que deberíamos esforzamos por despertar desde nuestro estado de vigilia presente y nacer de nuevo. En la literatura han explotado esta idea lbsen y H. G. Wells entre otros escritores. La obra de teatro de Ibsen “Cuando los Muertos Despertamos”, y la novela de Wells “El Durmiente Despierta”, suponen en sus propios títulos que los seres humanos estamos dormidos; pero que podemos despertar.

Es naturalmente difícil, por supuesto, convencernos de que estamos dormidos. Una persona dormida, en la mitad de un sueño, no puede despertarse por sí misma. El sueño puede ser tan desagradable que lo despierta naturalmente o se le debe remecer para que despierte. Muy rara vez nos podemos despertar voluntariamente. Es aún más difícil hacerlo desde un sueño hipnótico. Y si es difícil despertar a voluntad de estos estados de sueño leve, podemos imaginar la dificultad de despertar voluntariamente del profundo dormir y soñar de nuestra vigilia normal.

Pero, cómo convencernos a nosotros mismos de que realmente estamos en un sueño cuando nos parece que estamos en verdad despiertos? Comparando los dos estados de consciencia principales que conocemos y observando sus similitudes, cuáles son las características más destacadas de nuestro dormir ordinario, tal como las conocemos a través de los sueños que recordamos? El sueño ocurre, es decir, nunca lo iniciamos deliberadamente ni creamos sus figuras y eventos. En esto se parece a la vida en vigilia, por cuanto no predeterminamos nuestras experiencias, ni creamos o inventamos las personas ni los eventos con que nos encontramos día a día.

Otro elemento común de nuestro dormir y nuestra vigilia es la variabilidad de nuestra conducta. A veces nos horrorizamos o nos sentimos complacidos recordando cómo nos comportamos en determinado sueño. Es verdad que cualquiera que haya sido nuestra conducta, humillando o halagando nuestro orgullo, no lo habríamos podido hacer de otra manera. Nuestro disgusto o satisfacción es solamente un resultado de la presunta revelación de nuestro ser inconsciente. Pero cómo, fundamentalmente, estos hechos difieren de lo que ocurre en nuestro sueño del estado de vigilia? En el soñar despierto también alternamos entre una lamentable o una buena imagen de nosotros mismos, no por una decisión predeterminada sino porque así sucede, y nuestro desagrado o satisfacción es igualmente contingente en el efecto que el episodio tiene sobre nuestro orgullo. Pero, podemos decir verdaderamente y a priori que, sea lo que sea que pase, deberíamos comportamos así y asá y no de otra forma? No estamos sujetos a la sugestión del momento, siendo proclives a dejarnos alejar de nuestra resolución por la ira, envidia o entusiasmo? Exactamente como en un sueño nocturno, nuestra vida en vigilia siempre nos toma por sorpresa, y nos comportamos constantemente como ni siquiera imaginamos que podríamos hacerlo. Tampoco, mirando en retrospectiva, podemos realmente decir que lo habríamos hecho mejor o peor en una situación pasada. Si se repitiera, no tendríamos duda alguna de poder hacerlo mejor. Pero tomándola tal como fue, con nosotros tal como éramos en ese momento, no habría sido diferente de lo experimentado en un sueño nocturno.

El examen serio de los paralelismos existentes entre los estados de sueño y vigilia revela muchas más similitudes. Sólo se necesita mencionar una más: la manera en que nuestra memoria recuerda los dos estados es muy semejante. Es cierto que de nuestro estado de vigilia conservamos los recuerdos de manera más o menos continua, mientras que nuestra vida de sueños es una serie de recuerdos discontinuos. Aparte de esta diferencia específica, nuestra facultad de memoria parece comportarse de la misma manera en ambos tipos de experiencia. Todos sabemos lo difícil que es evocar a voluntad un sueño de la noche anterior, por vívido que haya sido y aunque todos sus detalles hayan estado en nuestra mente al despertar. En un instante desaparece por completo, sin dejar rastros. La memoria de lo vivido en nuestro estado de vigilia no es tan engañosa ni caprichosa en cuanto a sus características principales, pero es tan vivido hoy día un recuerdo de ayer? Vimos claramente miles de objetos, probablemente incluso les prestamos atención. Escuchamos conversaciones, hablamos, vimos hombres y cosas en las calles, leímos libros o periódicos, escribimos cartas, comimos y bebimos, e hicimos o percibimos una cantidad, que nadie puede enumerar, de objetos y actos. Esto ocurrió apenas ayer, fue el vívido sueño despierto de ayer. Cuántos de estos detalles permanecen en nuestra memoria hoy día? Cuántos podríamos recordar si nos esforzáramos? Tan completamente como los sueños nocturnos, la masa de sueños despiertos cae en el olvido de nuestro inconsciente.

Puede temerse que haya algo mórbido en las especulaciones anteriores, y que realizar un esfuerzo por ver nuestra vida despiertos como si fuera sólo una forma especial de dormir, debería disminuir la importancia que ella tiene para nosotros, y viceversa. Pero esta actitud hacia un posible y probable hecho es en sí misma mórbidamente tímida. La verdad es que así como en los sueños nocturnos el primer síntoma del despertar es la sospecha de que estamos soñando, el primer síntoma del despertar del estado de vigilia -el segundo despertar de la religión- es la sospecha de que nuestro estado de vigilia presente es como estar soñando. Darnos cuenta de que estamos dormidos es estar a punto de despertar, y estar enterados de que estamos sólo parcialmente despiertos es la primera condición para que logremos estar más plenamente despiertos.



jueves, 21 de mayo de 2015

A wolf at the door

Hay tres tipos de personas en este mundo. Ovejas, lobos y perros pastores. Algunas personas prefieren creer... Que el mal no existe en el mundo. Si la oscuridad llega a sus puertas, no saben cómo protegerse a sí mismos. Esas son las ovejas. Y entonces están los malvados, usan el balance, maltratan al débil, son los lobos. Y entonces están esos, benditos con el don de la agresión. Y la necesidad de proteger a los débiles. Estos hombres son el tercer tipo, viven para confrontar al lobo. Esos son los perros pastores. Y no criamos ninguna oveja en esta familia. Y les azotaré el trasero si se vuelven lobos.


American Sniper